Islas Atlánticas de Galicia: Historia

Aunque al ser islas y constituir unidades geográficas distintas la historia de cada archipiélago presente sus propias particularidades, todas ellas han pasado por situaciones similares debido a su relativa proximidad y por cercanía a la costa. Así, fueron ocupadas por distintas órdenes monásticas durante la Edad Media, fueron propiedad de la Iglesia, aforadas a nobles de la época, atacadas por invasores que las usaron como base de sus incursiones a la costa, en ellas se desarrollaron empresas salazoneras,…

La protección de los valores naturales de las islas se inicia en 1980 cuando el archipiélago de las Islas Cíes es declarado Parque Natural. Posteriormente, en 1988, le fue otorgado el título de zona ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), que también se le dio al archipiélago de Ons en 2001. Cuando se empezó a plantear la creación del primer Parque Nacional gallego como representante de los sistemas ligados a las zonas costeras y la plataforma continental de la Región Eurosiberiana, se pensó en distintas áreas costeras e insulares como las islas Sisargas, Lobeiras, o la Costa da Vela. Finalmente, fueron los archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada los que fueron declarados Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia en la Ley 15/2002 de 1 de julio e iniciaron así una etapa conjunta en su historia.

A continuación se resume brevemente la historia de cada uno de los archipiélagos:

Cíes

Las Cíes fueron territorio de paso del hombre del Paleolítico y Neolítico, y no se llegó a constituir un asentamiento hasta la Edad del Bronce, de cuando data el poblado de “As Hortas”, situado en la ladera del Monte Faro, y que fue también ocupado durante la época romana. Los hallazgos encontrados nos informan de que sus habitantes ya incluían en su alimentación mariscos y pescados de aguas cercanas, y de que probablemente tenían relaciones comerciales con la gente de la costa.

Los romanos las llamaron Islas de los Dioses, y algunos autores sostienen que Julio César llegó a estar en ellas persiguiendo a los pueblos herminios que escapaban de Portugal.

Aunque las invasiones suevas fueron conocidas en estas aguas, no quedan restos de esa época. En el siglo VI, con la proliferación de órdenes religiosas de la Edad Media, se instalaron en las Cíes dos conventos-eremitorios: San Martiño en la Isla Sur y San Estevo en la Isla del Medio, sobre cuyas ruinas se construyó el actual Centro de Interpretación, donde aún se puede observar uno de los sepulcros antropomorfos que se encontraron allí.

Las comunidades religiosas que a pesar de los ataques normandos se instalaron en estas islas mantenían un régimen feudal con la población, que abandonó el archipiélago a mediados del siglo XVI, debido a la inseguridad que provocaban los ataques piratas de turcos, tunecinos e ingleses. Entre ellos se encontraba Francis Drake, que se ensañó con la Ría de Vigo y asoló las Cíes.

Por todo ello, este archipiélago fue objeto de varios planes de fortificación en el siglo XIX, que dieron como resultado un almacén de artillería en 1810 en el antiguo monasterio de San Estevo, y un Cuartel de Carabineros y una cárcel próximos a la playa de Nosa Señora. Estas instalaciones proporcionaron una mayor confianza que promovió la repoblación y la instalación de nuevas actividades. Sobre 1840 se instalaron dos fábricas de salazón: una donde se ubica el actual Restaurante de Rodas y otra en la Isla Sur. De esta época data también el Faro de Cíes (1852) y una taberna en las proximidades del Lago, que era utilizado como vivero de langostas.

La competencia de las conserveras de la costa próxima motivó el declive de las salazoneras y en 1900 quedaron reducidas a almacenes. Las Cíes mantuvieron una pequeña población, originaria en su mayoría de Cangas, que fue decayendo hasta mediados del siglo XX. A medida que avanzaba el despoblamiento crecía el interés turístico de las clases acomodadas, y a partir de los años 50 empezó el turismo masivo y se hizo necesaria la protección de los valores naturales de este archipiélago, declarado Parque Natural en 1980.  

Ons

Los primeros indicios de pobladores en Ons corresponden a asentamientos  de cultura castreña de la Edad de Bronce. El más conocido, todavía sin excavar, se encuentra por encima del barrio de Canexol y es conocido como Castelo dos Mouros. La falta de prospección de este castro nos deja también sin registro de la ocupación romana en las islas, pues solían instalarse en los poblados célticos preexistentes.

La isla de Ons aparece por primera vez en un documento en el año 899, cuando el rey Alfonso III dona la “Isla Aones” al Cabildo Compostelano. A pesar de los ataques vikingos, se conoció en la isla un monasterio durante el siglo XV del que ya no queda evidencia. Su situación se asocia a un sepulcro antropomorfo que se conserva en un islote en la playa de Area dos Cans.

Desde finales del siglo XVI comenzó el asedio de corsarios ingleses y piratas que terminó con la huida a la costa de los pobladores ya entrado el siglo XVIII. En 1810 la Junta Provincial de Armamento y Defensa decidió fortificar la isla, actuación de la que se localizan los restos de dos fortalezas, una en el barrio de Pereiró de la que sólo quedan algunas piedras, y otra cerca del muelle conocida como Castelo da Roda. El aumento de la seguridad permitió la repoblación, y se instauró una división parcelaria de terrenos que el Estado cedía a los isleños para su cultivo a cambio de un canon. La recaudación se destinaba en principio a sufragar las fortificaciones y después pasó a entregarse a los señores de la isla.

En los años 1835-1840 se instaló la primera fábrica de salazón cerca del muelle y cambió la vida de los isleños, que hicieron de la pesca su actividad económica principal y aumentaron su población; cuando finalmente la empresa cerró, trasladaron a la costa la venta de las capturas.

En 1929, Manuel Riobó compró la isla e instaló una sociedad mercantil dedicada al secado y comercialización de pulpo y congrio, que motivó que los isleños se especializasen en estas especies. El heredero de esta sociedad, Didio Riobó, se suicidó al empezar la Guerra Civil y la isla quedó sin gestión directa. En 1940 el Estado expropió la isla para defensa nacional, y cuando la II Guerra Mundial terminó, la Isla de Ons pasó por distintas administraciones del Estado: Instituto Nacional de Colonización, IRYDA, ICONA,…

Durante los años 40-50 la isla vivió su mejor época, con casi 500 habitantes a finales de los años 50. El despoblamiento progresivo de la isla en apenas 20 años, debido a la falta de una mejora de las condiciones de vida de los isleños, fue parejo, al igual que en Cíes, al auge turístico, especialmente importante a partir de los años 70. Actualmente Ons es la única de las Islas Atlánticas que todavía conserva una población estable, aunque de menos de 20 personas.

Sálvora

La historia conocida de Sálvora comienza a finales de la Alta Edad Media, en la que fue donada por Alfonso II al Cabildo compostelano. En la Baja Edad Media la isla se utilizó como campamento base de ataques invasores de vikingos, sarracenos,… lo que hizo imposible una población estable hasta que estas luchas cesaron y la calma se impuso en la ría. La Iglesia entregó la isla como coto a Marcos Fandiño Mariño a mediados del siglo XVI. La administración de esta familia se basó en un régimen feudal en el que los pobladores entregaban parte de las cosechas y del ganado.

Entre 1770-1779 se instaló una fábrica de secado y salazón de pescado conocida como “O Almacén”, y en 1789, una pesquería de atún. Estas empresas hicieron que las gentes de la costa poblaran la isla. La pesca no estaba sujeta a reparto con el amo y era por tanto su fuente de ingresos.

En 1820 la heredera de los Mariño se casó con Ruperto Antonio de Otero y así la saga de los Otero se convirtió en la nueva propietaria de Sálvora. El Estado expropió la isla en 1904 por motivos de defensa nacional, y mantuvieron en ella una pequeña dotación militar hasta 1958. Los pobladores pasaron a ser colonos del Estado sin contraprestaciones, lo que les permitió mejorar su vida.

En 1921 las aguas cercanas vivieron el trágico naufragio del vapor Santa Isabel. Los que esa noche estaban en la isla, mujeres en su mayoría, se lanzaron en dornas al auxilio de los naúfragos. A pesar de ello hubo más de 200 víctimas mortales. Cerca del faro, que se inauguró en diciembre de ese mismo año, una placa nos recuerda el suceso.

Cuando el ejército se retiró, los antiguos propietarios recuperaron la isla pero los habitantes iniciaron el éxodo a la costa con motivo de las mejores condiciones de vida existentes allí. Los últimos en abandonar la isla lo hicieron a finales de los años 70. Mientras, los propietarios se instalaron en la antigua factoría “O Almacén”, que rehabilitaron como pazo, y frente al que se construyó una escultura en forma de sirena que recuerda la leyenda sobre el origen de la familia de los Mariño.

Cortegada

Hasta el momento no se han encontrado en Cortegada indicios de la cultura castreña, pero sí existen pruebas del paso de la civilización romana, ya que se encontraron varias ánforas en las aguas del entorno de la isla, aunque se desconoce si se llegaron a asentar en ella.

Las siguientes referencias nos sitúan en el siglo IX, durante la Edad Media, en el que consta que el rey Alfonso II donó a la Iglesia esta isla que se encuentra en la ruta marítima-fluvial a Santiago de Compostela. Más tarde, en los siglos XIV y XV, cuando Galicia era un mar de conflictos y estaba asolada por la peste negra, el Santuario de Cortegada fue motivo de grandes peregrinaciones.

Desde 1526 la isla fue aforada por la Iglesia y en ella se construyó un hospital lazareto. Las gentes que se establecieron en la isla situaron el poblado cerca del muelle, incluyendo la ermita y el hospital.

Con motivo del declive económico que sufrió la ría en el siglo XVIII, los ayuntamientos de Vilagarcía y Carril decidieron donar Cortegada al rey Alfonso XIII como lugar para su residencia de verano y así revitalizar la economía de la ría. El trámite legal de donación tardó varios años en hacerse definitivo, y en 1910, cuando se entregó la escritura, ya estaba en construcción el palacio de la Magdalena, en Santander. De esta forma, Cortegada quedó despoblada bajo la vigilancia de unos caseros designados por la Casa Real.

Después de que durante la República la isla pasase a manos del Estado, que puso en ella un grupo de carabineros para su custodia, en 1958 fue recuperada por los Borbones, que la vendieron a la inmobiliaria Cortegada S.A. en el 78 con vistas a su urbanización. Los defensores de su riqueza natural y paisajística consiguieron frenar su actuación, y en el año 2002 se incluyó en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia.

Finalmente, en septiembre de 2007 La Xunta de Galicia adquirió la propiedad de la isla por medio de una expropiación, por lo que en la actualidad la titularidad es ya pública

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