Los sonidos del Parque Nacional de Cabañeros

Doce meses en Cabañeros

El sonido de los parques nacionales. Cabañeros

Las transformaciones del paisaje sonoro nos dan el pulso de la actividad anual en Cabañeros. Todo comienza en enero, tras el crepúsculo, en la noche simbólica del año. Pese a lo inclemente del momento, los búhos reales se encuentran ya en plena actividad reproductora. Lo mismo pasa un mes después, a la misma hora, con diferentes especies de anfibios, además de mochuelos y zorros. La oscuridad de la noche deja paso a la claridad en marzo, momento en que coinciden los amaneceres de la primavera y del día. Es tiempo de águilas imperiales en el cielo y multitud de pajarillos algo más abajo, sobre las copas de los árboles o en los mismos troncos. En abril, abajo, en la raña de Cabañeros, tiene lugar la rueda de los barbones, el espectacular despliegue sexual de los machos de avutardas, pero es también la fecha en que se producen el mayor número de llegadas de visitantes estivales. Abejarucos, codornices y ruiseñores, entre otros muchos, enriquecen con sus cantos de recién llegados el paisaje sonoro de sierras y llanuras.

En mayo los aguiluchos cenizos cuartean los herbazales en busca de presas para llevar al nido. Un mes después, en las noches cálidas de comienzos del verano, un rumor continuo de grillos, ruiseñores y autillos se extiende por el fondo de los vallejos, en cualquier lugar por el que escurra algo de agua y la maraña de la vegetación proporcione cobertura suficiente. El mes de julio, desde el oteadero de un joven buitre negro en el nido, da paso al bochorno de Agosto. A medidodía, con cerca de cuarenta grados a la sombra, el paisaje sonoro es la suma de las estridencias de millones de saltamontes y grillos ocultos en los herbazales, con los zumbidos de las abejas sobrevolando en busca de néctar.

En septiembre se produce una relativa calma en la actividad animal , con el consiguiente empobrecimiento del concierto sonoro. Sólo los rabilargos dan un poco de animación, preludiando las primeras tormentas otoñales y la berrea del ciervo, a caballo con el mes de octubre. Noviembre es época de silencios y pequeños detalles, reclamos sencillos de pájaros forestales escuchados antes de que los fríos invernales asienten definitivamente las vocingleras bandadas de grul las, hileras en forma de V que cada amanecer emergen del manto de bruma que cubre la raña del Parque.

Carlos de Hita

Ficha técnica