Teide: Un clima condicionado por la altitud

Por encima del misterioso mar de nubes que cubre las faldas del Teide, en invierno y verano, las lluvias son siempre escasas, entorno a 400 mm. anuales de precipitaciones y nevadas durante quince días al año aproximadamente, que, debido a las bajas temperaturas y a las fuertes heladas nocturnas, mantienen el Parque nevado durante varios meses al año. Esta escasez de precipitaciones nos indica una sequía muy acentuada.

En los días más calurosos se alcanzan los 34ºC de temperatura que, por la noche, durante el invierno, pueden descender bruscamente hasta los 16ºC bajo cero. Además, existen grandes oscilaciones térmicas diarias, que pueden llegar a 12ºC y cuya causa, junto con la del alto número de días de helada, que puede llegar a 100, quizá esté en la intensa irradiación que se produce en una atmósfera tan despejada. Las temperaturas mensuales medias varían entre 4,6ºC (enero) hasta 18,3ºC (agosto), siendo la media anual de 10,9ºC.

A estas extremas condiciones, hay que sumar fuertes y racheados vientos que, a veces, baten las cumbres a velocidades de 200 km/h, por lo que es difícil imaginar que pueda existir alguna clase de vida que sobreviva en tan inhóspitos y bellos parajes.

Durante la estación fría no es raro toparse con un curioso fenómeno, que las gentes del lugar denominan la "cencellada" y que consiste en grandes cristales de hielo de hasta 15 centímetros ocupando las hojas de las plantas.

El clima del Parque Nacional está condicionado por las extremas condiciones de altitud, fuerte insolación y variación térmica. Se puede definir como un clima continental subalpino, muy diferente al imperante en las zonas bajas y medias de la isla.