El calentamiento global: historia de un descubrimiento científico

Autor: Spencer Weart

Edita: Laetoli, 2006

Idioma: Español

Formato: Papel

El título original en inglés, The Discovery of Global Warming (Harvard University Press, 2003), es más ilustrativo de los valores que hacen recomendable esta obra. Como afirma el autor en el prólogo su objetivo no es especular sobre el futuro, sino narrar“cómo hemos llegado a la situación actual y cómo hemos llegado a comprenderla” (p. 7). El autor adopta una perspectiva histórica para reconstruir cómo la comunidad científica ha definido un objeto de estudio a partir de las primeras hipótesis sobre una posible relación entre los cambios detectados en la evolución de la temperatura terrestre y la alteración de la composición de la atmósfera por efecto de la actividad humana. El ensayo de Weart muestra con rigor y meticulosidad cómo una combinación de intuición, azar, trabajo metódico, controversia científica y de las tensiones inherentes al rol social de la ciencia ha convertido al cambio climático en uno de los objetos de estudio más complejos y controvertidos jamás concebido por la ciencia.

Desde el punto de vista de la comunicación del cambio climático esta obra ofrece la posibilidad de entender mejor el ritmo de construcción científica del problema y cómo éste se fue capilarizando socialmente a través de las estrategias y de los interfaces que la propia comunidad científica fue creando para comunicar sus hallazgos y acentuar la trascendencia del problema para la evolución de la especie humana y de la vida en la Tierra tal y como la conocemos. El autor tampoco elude las complejas relaciones entre ciencia y sociedad que, en este caso, se evidencian en las controversias alimentadas por los intereses en juego, y a las cuales la ciencia y los científicos del clima tampoco son ajenos.

"En 1985, un grupo británico anunció su descubrimiento de un‘agujero’ en la capa de ozono sobre la Antártida. Al parecer, los responsables eran una vez más los CFC, prohibidos en los Estados Unidos para los sprays, pero producidos ampliamente en el mundo con múltiples fines. Fue inevitable que estallara una nueva controversia, pues los grupos industriales negaron automáticamente la peligrosidad de cualquiera de sus productos, y las autoridades del gobierno de Reagan apoyaron por reflejo a las industrias contra la hostilidad de los ecologistas.

Los desmentidos tuvieron una vida breve. Al cabo de dos años, nuevas teorías sobre la manera en que las sustancias químicas podían destruir el ozono, confirmadas en arriesgados vuelos sobre la Antártida, convencieron a los especialistas. La amenaza inmediata de un aumento de cánceres de piel y otros daños para las personas y los sistemas biológicos conmocionaron a las autoridades. Entre tanto, imágenes de revistas y televisiones que mostraban el inquietante mapa de una pérdida de ozono trasladaron el mensaje a la opinión pública. La mayoría de la gente metió en un mismo saco todas las formas de posibles daños atmosféricos, y la amenaza para el ozono se añadió, para colmo, a los gases de efecto invernadero, la niebla tóxica, la lluvia ácida y demás” (p. 183).

Disponibilidad: Centro de Documentación del CENEAM

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