Los sonidos del Parque Nacional de Monfragüe

8. En el nido del águila. Calor de una tarde de verano en una dehesa

En el nido del águila. Calor de una tarde de verano en una dehesa

 

Más abajo, de cara a junio, nos encontramos en un oteadero privilegiado, en la copa de una encina. En la dehesa, los cucos repiten machaconamente su nombre. Los insectos son ahora el fondo continuo de este drama sonoro, y sus zumbidos sordos se confunden con los arrullos de las tórtolas que, por decenas, están reunidas en un árbol cercano. A ellas se añaden los zureos de las palomas torcaces. Junto a ellas llaman otros habitantes de las ramas. Reclama un pinzón vulgar y un herrerillo. Pasa una bandada de mitos, envueltos en una sutil nube de siseos. Constantemente, un suave matraqueo se escucha en primer plano, producido por el dueño de este lugar. En realidad toda la acción transcurre alrededor de un nido de águila imperial. El pollo, ya muy crecido, hace horas que espera la llegada de comida. De repente, un ladrido seco y cauto avisa de la vuelta del adulto, que con un batir de alas se posa en el nido con una presa entre las garras. El pollo emite entonces un silbido lastimero y hambriento.

En el suelo de la dehesa la actividad prosigue. Encaramados a los majanos y los postes de las cercas, chirrían los trigueros y silban las cogujadas montesinas. Las codornices silban ocultas por los herbazales. Según la tradición popular, las codornices anuncian con su triple nota la abundancia de la buena estación: ¡buen pan hay!,¡buen pan hay!, dicen que dicen con su silbido acompasado. Nada consta sobre el significado para los humanos del ajeo de las perdices subidas a los majanos.

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Cortes sonoros

Ficha técnica