Los términos "áspero" y "reseco" se pueden aplicar tanto al matraqueo que sirve de canto a las currucas, como a las matas de lentisco que forman su mundo. Prácticamente invisibles, dado su carácter huidizo, las currucas son fácilmente detectables por su voz, Se escucha primero a un macho de cabecinegra, delimitando el territorio en torno al nido. A continuación otro macho, éste de sarda, hace lo propio. Por encima, muy altos, algunos vencejos comunes giran en círcu lo, y más allá, sobre el nivel de las crestas rocosas, un halcón peregrino domina su cazadero.