Entre la costa de Cabrera Grand y el islote Imperial media un estrecho de unos cien metros. Aquí, la reverberación que produce el acantilado funde los gritos agudos de una pareja de halcones de Eleonora con el batir de las olas.
Las gaviotas ponen, como casi siempre en Cabrera, un telón de fondo. LLegan también, desde muy lejos, en el islote de Ses Bledes, los gritos de un bando de gaviotas de Audouin, desflecados por el efecto de filtro de la distancia.