Los sonidos del Parque Nacional de Monfragüe

1. Tiempo de berrea. El celo de los ciervos en la dehesa de las Cansinas

Tiempo de berrea. El celo de los ciervos en la dehesa de las Cansinas

 

Comienza este recorrido por los paisajes sonoros de Monfragüe con las primeras lluvias del otoño. En la alta noche, en la dehesa de alcornoques y encinas de Las Cansinas, los truenos retumban a lo lejos. Aunque llovizna, la luna atraviesa las nubes y una tenue luz difuminada forma negras sombras bajo las copas de los árboles.

Un cárabo, en paso, lleva un rato asustado, chillando una señal de alarma. Y lanza un ululato, al tiempo que una piara de jabalíes pasa de largo, gruñendo y rebuscando comida en el suelo.

En esta atmósfera de suspense braman los ciervos. El aire fresco y húmedo facilita la propagación de los sonidos desde el fondo de las vaguadas. Una ayuda poco necesaria, pues estas voces tienen la energía suficiente para propagarse por sí mismas a larga distancia. La berrea está en pleno apogeo. Dos machos muy cercanos hacen vibrar el aire de la noche con sus roncos bramidos, llamadas de desafío hacia otros competidores, de seducción hacia las hembras; la berrea es la expresión atronadora e irrefrenable de un estado de excitación interna que sólo se aplaca bramando insistentemente, durante semanas, al fondo de la noche.

Pero en septiembre no sólo atruenan los ciervos. La tormenta que amenazaba en el horizonte estalla al fin. Arrecia el aguacero... y arrecian los bramidos de los ciervos.

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Cortes sonoros

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