Caldera de Taburiente: Itinerarios

Pista Pico de la Nieve - Ermita de la Virgen del Pino

Ruta7 Pista Pico de la Nieve-Ermita de la Virgen del Pino

Características técnicas.

- Cota de partida: 2040 m.

- Cota de llegada: 910 m.

- Ascensión acumulada: 370 m.

- Descenso acumulado: 1500 m.

- Longitud: 13,872 Km.

- Duración aproximada: de 6 a 7 horas y media.

 

Adecuado para caminantes resistentes. Encontrará señales indicadoras en los puntos notables que en este texto aparecen en negrita.

 

Recomendaciones.

- -Protéjase del sol, del frío y de la sequedad.

- -Lleve agua.

- -Camine acompañado.

- -Utilice calzado deportivo o de montaña.

- -En otoño, con nieblas por encima de 2000 m. de altitud no se aconseja este recorrido

 

El camino parte del final de la pista del Pico de la Nieve a unos 2.000 m. de altitud, siguiendo la parte alta del sendero PR LP 3, de la red insular de senderos señalizados, homologados por la federación de montaña con marcas en el suelo amarillas y blancas. Nos encontramos en la zona de transición entre el pinar y el matorral de cumbre formado principalmente por codesos. Este limite lo marcan las nieves frecuentes que en invierno cubren las cumbres más altas. Durante este recorrido no abandonaremos los pinos hasta llegar a la ermita, aunque a veces dominarán otras especies.

En los alrededores del Pico de la Nieve los pinares de La Palma alcanzan en forma de bosque la mayor cota (2200 m s.n.m.), debido a la frecuencia con la que suben las brumas y a que están resguardados de los vientos fríos del norte.

E

l camino en sus inicios deja a la derecha dos senderos que suben al Pico de la Nieve en unos 20 minutos. Desde el primer cruce, donde abandonamos el PR LP 3, hasta llegar al barranco de laMadera donde nos incorporamos al GR 131 (con marcas

rojas y blancas) en sentido sur, viven algunos pinos viejos, de porte más bien pequeño. Sus formas extrañas son debidas a la perdida de las yemas terminales causada por los incendios y por los fuertes vientos que se producen en los collados.

El último incendio que por aquí pasó antes de que se redactase esta guía, tuvo lugar en agosto de 1.994. No obstante, está claro que no será el último, debido a la acumulación de combustible y a las condiciones meteorológicas, que hacen que éste sea un ciclo inevitable.

Tanto si subimos al Pico de la Nieve, como si continuamos por el camino, en media hora estaremos contemplando el interior de la Caldera. Los colores de los sustratos, que en nuestro sendero han estado ocultos por la vegetación, se muestran intensos en cualquiera de las paredes lejanas o espigones que nos rodean.

El pino y el codeso dominan. El codeso, en plena floración entre mediados de junio y principios de julio, llena de amarillos estos parajes a los que añade un aroma propio, y a veces produce unos pequeños cristales blanquecinos de una sustancia dulce que se llama maná.

Entre los codesos, se asoman tímidamente otras plantas como poleo, malfurada, lactuca, alhelí, crespa.

Pasado el cartel del Barranco de La Madera un gran dique nos franquea por la derecha. En él se ven plantas típicas de las paredes como las lechuguillas (Tolpis calderae). En los alrededores tajinastes azules (Echium gentianoides, f. 26), pocas veces tan cerca del camino, nos sorprenderán en el mes de mayo con su forma de semiesfera color añil de un metro de diámetro Estas plantas puede que falten algunos años por la mayor presión de los herbívoros.

Hacia el Parque, detrás de este dique, se abre la cabecera de la Barranquera Abierta, una de las bajadas típicas utilizadas tradicionalmente por los cabreros, donde dicen que sólo hay un paso difícil. Esto, en realidad, no es cierto, pues no existe senda, el terreno está suelto y tiene gran pendiente, lo cual impide a muchas personas poder transitar por ahí.

Este, como los otros barrancos que son vías de paso, entre el exterior e interior de La Caldera sólo se deben bajar acompañados de antiguos cabreros y siendo experto montañero. No obstante, bajar cien o doscientos metros nos puede dar una idea de un recorrido de aventura y unas perspectivas inéditas del Parque.

Un poco después, el camino se bifurca durante unos 200m. Un ramal entra en la vertiente del Parque, siguiendo la misma cota. Se construyó en los años ochenta para evitar el deterioro que estaba sufriendo el tagoror del Pico de la Sabina, también conocido como la Erita de los Guanches. El segundo ramal pasa por estos restos arqueológicos que ahora tienen un vallado protector

A mediados de los ochenta se señalizó este paraje, sufriendo en pocos meses la visita de personas sin escrúpulos o inconscientes que no tuvieron reparos en realizar inscripciones con sus nombres o rayar sin motivo varios de los petroglifos que decoran ese conjunto de diques que forma el tagoror (lugar de reunión de los jefes de cada una de las tribus aborígenes). Este además, tendría probablemente un sentido mágico-religioso de culto al sol.

El espacio, de inmejorables vistas y con un entorno de diques y piroclastos rojizos, al estar rodeado de las huellas de los benahoaries, es uno de esos puntos de máximo interés del Parque. Los lectores de esta guía podrán visitarlo, pero con las medidas de seguridad que se tomen de acuerdo con los responsables del Patrimonio Arqueológico, para evitar más deterioro.

A veces a comienzos de verano sobrevuelan esta zona cientos de chovas piquirrojas, conocidas en la isla como grajas.

Camino del siguiente lomo conocido como Corralejo se ha instalado una parcela de repoblación de algunas especies de plantas raras o en peligro de extinción. Se puede ver la valla desde el camino mirando a la derecha, aunque no es muy patente. En ella la especie principal es Bencomia exstipulata, exclusiva de las cumbres de Tenerife y La Palma, cuyas poblaciones a finales de los ochenta eran de 40 y 20 ejemplares respectivamente. Con los programas de recuperación que se han realizado en los Parques Nacionales del Teide y Caldera, en 2007 hay unos 500 adultos en Tenerife y unos 1.500 en La Palma (casi todos en recintos vallados). En 1998 fue catalogada "en peligro de extinción" a nivel nacional. Por la gestión posterior, conocimiento y poblaciones alcanzadas, ahora los expertos consideran que debe tener la categoría de vulnerable, dentro de la clasificación de la UICN. En esta parcela también hay una estación meteorológica. El 28 de noviembre de 2005 registró vientos de más de 225 Km./h. de velocidad instantánea, con medias de 150 Km./h. En La Hilera se verán pinos caídos procedentes de este vendaval.

Pasamos el lomo de Corralejo, cubierto de pinos por el este y rojizo por el sur, donde en el pasado existía un camino hacia la ermita de Las Nieves. Atravesando codesos de gran vigor que a menudo invaden nuestro sendero, llegamos a un pequeño morrete de arenas azuladas llamado Morro Morisco.

Se empieza el paso de la Degollada del Río. En ambas vertientes las pendientes son extremas, con un acantilado hacia el Parque que ha segado parte de la cabecera del Barranco del Río que cae hacia Santa Cruz. Este collado se irá ahondando en un tiempo geológico corto, lo que provocará la desaparición de la forma actual de la Caldera. Lo mismo pasará en la zona de Los Andenes (al Norte del Parque), salvo que nuevas erupciones detengan este proceso erosivo.

Desde la Degollada del Río hasta la Punta de los Roques, el camino sube reforzado por grandes paredes artificiales indicando que era importante en las comunicaciones de la isla. Al poco pasa por debajo de una humedad, conocida como la Fuente del Dornajito, que gota a gota puede llenar un recipiente, aunque el agua que rezuma sólo puede satisfacer a un visitante al día.

Continuando en dirección a la Punta de Los Roques se observan, hacia Santa Cruz, algunos diques curiosos. Cuando el camino gira hacia el Parque, vemos un cedro canario (concretamente el que aparece en la foto 42), cuyo aspecto manifiesta un pasado más vigoroso que el actual, donde sólo unas ramitas con hojas verdes, nos recuerda al olmo del poema de Antonio Machado.

Hacia la derecha se puede acceder a una faja de piroclastos amarillos, cuyo tránsito es inseguro pero cuyas vistas son impresionantes. Esa faja nos asoma a los acantilados donde en los meses de mayo y junio se puede ver otra planta singular como es el tajinaste rosado. Vive en forma de roseta varios años y después de su floración, muere. En el inventario de 2005 se localizaron unas 800 plantas con flores. De ellas muy pocas están en lugares cercanos a los caminos. También por esta zona se han encontrado algunos restos arqueológicos en forma de cazoletas.

A estos lugares llega una de las vías de salida del interior del Parque por la pasada conocida como las Vetas del Capitán. Sin darnos cuenta, ya estamos en la Punta de Los Roques.

Este es un punto de obligada parada por las vistas, que aunque en todo el recorrido han sido buenas, ahora se amplían hacia el sur. Destaca la cordillera dorsal de la isla que va de norte a sur, en la que se distinguen dos sectores. El más próximo, de menor altura y cubierto totalmente de vegetación de un verde intenso, que se

mantiene así por la frecuente presencia de una cascada de nubes, se denomina Cumbre Nueva. El del fondo, de mayor cota y coronado por conos volcánicos sin vegetación, es conocido como Cumbre Vieja (curiosamente Cumbre Vieja es la parte más nueva de la isla).

La construcción que vemos es el refugio de la Punta de los Roques. Se reconstruyó el año 2000. Tiene una primera habitación de estar comedor con dos mesas y al fondo un dormitorio con cuatro literas corridas de madera, donde pueden dormir hasta 20 personas. Dispone de iluminación con placas fotovoltaicas No tiene servicios higiénicos. Es de uso libre y gratuito. Junto al mismo hay un pequeño aljibe de agua de lluvia, no potable.

El camino discurre dentro del Parque durante un buen tramo a partir de aquí. Se baja un poco y se vuelve a subir hasta llegar bajo el vértice geodésico del Pico Corralejo, que no debemos confundir con el lomo de Corralejo del que ya hemos hablado.

Hay una posibilidad para ascender desde La Cumbrecita, a través de los roques puntiagudos que la escoltan, hasta el pequeño collado que acabamos de pasar. Se conoce por la pasada de la Laja de los Perros, porque en ese ascenso hay un punto donde no pueden subir los perros por sus propias fuerzas. No se aconseja, salvo que sea experto montañero y lo guíe un práctico que conozca la ruta.

El sendero, que se interna desde ahí en un pinar más denso, está aclarado en el mismo lomo por el cortafuegos que se preparó para controlar un incendio en 1.994. Las grandes divisorias entre cuencas son lugares idóneos para controlar los fuegos, ya que tienen menor combustible y los vientos cambian de dirección por lo que se amortigua la intensidad de los incendios, siendo factible su control con escasos medios tecnológicos.

Conforme bajamos, al pino con codeso se les suma el amagante. Llegamos así a una suave protuberancia del terreno que es el Pico de las Ovejas, donde el límite del Parque abandona la divisoria bruscamente dirigiéndose hacia el oeste. Poco después del limite del Parque, el conjunto de Roques de la Perra se yergue en las laderas que bajan hacia el Riachuelo, resistiendo aún a la erosión.

A partir de aqui, al ir descendiendo apreciamos un cambio de la vegetación, ya que penetramos gradualmente en el nivel de la isla afectado por el mar de nubes. Primero advertimos la presencia del brezo bajo los pinos. Luego cuando las nieblas son mas frecuentes aparece la faya y líquenes colgados de las ramas de los árboles. Cuando ya las brumas son habituales desaparece el pinar pasando a una formación de monteverde, donde además de faya y brezo, encontramos árboles como el acebiño y otros acompañantes.

Nuestro camino, llegado un punto se transforma en una pista que recorre Cumbre Nueva. La seguiremos hasta que encontremos, a la derecha, el sendero indicado que va a la ermita. Se abandona el GR 131 y se toma el PR LP 1 en sentido oeste. En este tramo casi domina completamente el monteverde, aunque se sigue viendo algún pino aislado.

La bajada hacia la ermita es pronunciada, con tramos empedrados por el gran uso que tenía el camino real que une Santa Cruz de La Palma y Tazacorte. De nuevo transitamos por un pinar claro hasta que llegamos a una zona de menor pendiente donde un bosquete de un kilómetro de largo por cincuenta metros de ancho nos muestra lo que podrían ser los pinares de La Palma, (excepto en lo referente a tener las raíces al aire), si no se hubiese aprovechado el monte durante 500 años. Magníficos ejemplares coronados de troncos de casi 2 m. de diámetro son frecuentes, y destaca sobre todos ellos por su majestuosidad el que aparece junto a

la ermita de la Virgen del Pino. En la parte alta de este bosquete enlaza otro sendero señalizado por el Parque en dirección a La Cumbrecita

Una vez finalizada la dura bajada, podremos descansar contemplando una amplia panorámica. Hacia el Sur el Llano de las Cuevas, reticulado por las paredes que separan fincas y caminos. Se construyeron con las piedras del terreno, tan abundantes que dificultaban el cultivo. Tanto es así que los sobrantes de estas paredes se almacenaron en montones bien conformados y a veces de varios pisos como mini pirámides conocidas por mogotes.

Hacia la izquierda, y antes de llegar al bosque de pinar y monteverde, se distingue muy bien una franja de castaños: en otoño por la coloración de la hoja antes de la caída, y en la primavera temprana por el verde más claro de las hojas tiernas.

Al fondo, los volcanes recientes de Enríquez (totalmente cubiertos de pinos) y el de Montaña Quemada o Tacande. De este último, que data del siglo XV, parte una colada en forma de media luna, cubierta de líquenes y pinos aislados, salvo una franja próxima a Cumbre Nueva que tiene un manchón de monteverde, debido al choque de la cascada de nubes. Por encima destaca sobre todos el cono de picón del pico Birigoyo, magnifica atalaya para disfrutar de la isla cuando no aparecen las nubes de los alisios.

Hacia el norte, las Laderas de El Paso donde destacan, en un primer plano, el escalonamiento de los roques de la Perra, y al fondo, la silueta de la Cumbrecita y los picos de la Punta de los Roques.

Un poco al oeste, el gran socavón de la gravera de extracción de áridos, excavada en antiguos cultivos de almendros. Detrás, los pequeños cortados del barranco de los Cardos y por encima, el majestuoso Bejenado.

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