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Los ríos y arroyos de la Sierra de Guadarrama son cursos de aguas limpias, rápidas y bien oxigenadas, alimentadas por las lluvias y el deshielo de la nieve. Sólo en las zonas bajas de los valles los ríos y arroyos cuentan con una vegetación de ribera desarrollada. Las especies más comunes son los sauces cenicientos (Salix atrocinerea) y arraclanes (Frangula alnus). En algunos enclaves también podemos encontrar fresnos (Fraxinus angustifolia) y álamos temblones (Populus tremula).
Son matorrales bastante densos, de tonos verdeoscuros, en los que domina la jara estepa (Cistus laurifolius), un arbusto robusto, que no supera el metro y medio de altura, con tallos retorcidos, de los que se desprenden tiras de corteza color miel. El estepar, siempre verde, muestra un aspecto bastante uniforme a lo largo del año. Sólo durante la floración de la jara estepa la apariencia del matorral cambia de forma llamativa; durante unos días sus grandes flores salpican de blanco los estepares.
Los matorrales de leguminosas aparecen como orlas arbustivas o etapas de sustitución de los robledales serranos. Las especies principales que caracterizan estas formaciones son Genita florida,Adenocarpus complicatus y Cytisus scoparius. A menudo se trata de formaciones exclusivas de Genista (retamares) o de Adenocarpus (codesares).
Se trata de claros abiertos en pinares o robledales con fines ganaderos. Algunas de las especies más características de estos enclaves son: Festuca indigesta, F. iberica, Hieracium castellanum, Agrostis castellana, A. trucatula, Deschampsia flexuosa y Poa bulbosa.
El ambiente de los roquedos posee rasgos originales, entre los que destacan:
Algunas de las especies vegetales más características de estos ambientes son el ombligo de venus (Umbilicus rupestris), el narciso rupícola (Narcissus rupícola) y la clavelina (Dianthus lusitanus).