El invierno es la temporada de las anátidas. Miles de patos de diferentes especies pasan en las Tablas la mala estación. Hace un día típico de invierno, de cielos altos, muy frío y con la atmósfera inmóvil, congelada.
Al atardecer, la mayoría de los patos abandonan el agua y se dirigen a los campos en busca de alimento. El siseo característico de sus alas indica el vuelo rápido de las bandadas.
Dos fochas disputan a gritos entre los carrizos, sobre un horizonte sonoro formado por las risas de las hembras de ánade azulón. La lámina de agua actúa como un espejo para el sonido, y los gritos brillan con un eco caracte¬rístico. Muy cerca, a menos de dos metros, silba un ánade rabudo. Algo más alejado, parpa el pato cuchara que acaba de amerizar. Poco a poco se acerca un macho de ánade silbón. A veces los nombres de las aves parecen inevitables.
Una agachadiza sale volando desde la orilla y emite el reclamo de alerta, una nota seca y áspera.
Pasan los bigotudos, pájaros de la espesura. Una bandada atraviesa la escena, rebuscando alimento en los penachos de los carrizos y da entrada a la canción de un pardillo.
Varios archibebes comunes vuelan en círculos sobre la presa del Morenillo.