En la Unión Europea, tan sólo el 17 % de los hábitats y especies y el 11 % de los ecosistemas clave protegidos por la legislación europea se encuentran en estado favorable, a pesar de las actuaciones emprendidas para luchar contra la pérdida de biodiversidad, especialmente desde la fijación en 2001 del objetivo de biodiversidad de la UE para 2010. Los beneficios de esas actuaciones se han visto contrarrestados por una continua y creciente presión sobre la biodiversidad europea: cambios en el uso del suelo, sobreexplotación de la biodiversidad y de sus componentes, extensión de especies exóticas invasoras, contaminación y cambio climático constantes o en aumento. También pesan gravemente sobre la biodiversidad el crecimiento de la población, la escasa sensibilización social y el hecho de que el valor económico de la biodiversidad no se refleja en los procesos de adopción de decisiones. La presente Estrategia de biodiversidad de la UE para 2020 tiene por tanto, como objetivo principal "invertir la pérdida de biodiversidad y acelerar la transición de la UE hacia una economía ecológica capaz de utilizar eficientemente sus recursos".
Esta estrategia es aplicable hasta 2020 con el fin de conservar y mejorar la riqueza natural y gestionarla de manera sostenible, garantizando que la naturaleza nos dé lo que necesitamos, debería proteger las especies y sus hábitats, ayudarnos a luchar contra el cambio climático y a adaptarnos a sus efectos y contribuir a alcanzar los objetivos de la iniciativa de la UE a favor de una Europa eficiente en el uso de los recursos. Al contrario que el planteamiento anterior —demasiado amplio de miras y en cierta medida ineficaz—, la nueva estrategia se centra más específicamente en seis objetivos prioritarios (y las medidas correspondientes) con el fin de: