Según un estudio de la Universidad del País Vasco, la conciencia ambiental se desarrolla desde niño y está muy relacionada con las emociones

Universidad del País Vasco

Julio 2013

Un estudio llevado a cabo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) con niños y niñas menores de ocho años indica que estos desarrollan a edades tempranas la conciencia que les lleva a proteger el medio ambiente. No aceptan, por ejemplo, pisar una flor, ya que lo consideran un comportamiento más reprobable que romper ciertas normas sociales.

El investigador de la UPV/EHU José Domingo Villarroel, profesor de la escuela de Magisterio de Bilbao, ha entrevistado a 118 niños y niñas de 4 a 7 años de los colegios públicos vascos de Plentzia, Urduliz y Sopelana para estudiar cuándo desarrollan la capacidad de diferenciar los seres vivos de los que no lo son y la sensibilidad medioambiental.

Las entrevistas se realizaron en dos partes. En la primera se les mostraba ocho fotografías, cuatro de primeros planos de seres vivos (un perro, un pájaro, un árbol y una flor) y otras cuatro de entes inanimados (el sol, las nubes, un coche y una moto), con el objetivo de analizar la capacidad de niños y niñas para diferenciar los seres vivos de los que no lo son.

Las imágenes utilizadas en la segunda parte de la entrevista representaban comportamientos inadecuados seleccionados de libros infantiles. Esos malos comportamientos se podrían clasificar en tres grupos: los que influyen negativamente en el bienestar del otro (quitar bienes y utilizar la violencia con los amigos), los que no se adecuan a las reglas sociales (sacarse los mocos con los dedos y comer de forma descuidada), y los que perjudican a las plantas (pisar una flor y grabar dibujos con una navaja en el tronco de un árbol). De esta manera, se situaba a los niños y niñas ante el dilema de elegir el peor de dos comportamientos malos: "romper las normas sociales o influir en el bienestar de los otros", y "romper las normas sociales o hacer daño a las plantas".

En opinión del investigador, las respuestas han sido "las esperadas" en la primera parte. De hecho, muchos niños y niñas, y especialmente los de menor edad, no son capaces de diferenciar los seres vivos de los inanimados. Por ejemplo, "les cuesta mucho entender que un árbol es un ser vivo, y, sin embargo, tienden a creer que los coches y las motos tienen vida", señala Villarroel. "Por lo visto, relacionan a los seres vivos con el movimiento".

En la segunda parte, los resultados han resultado "más llamativos". Al parecer, los niños y niñas creen que perjudicar a otro niño o a las plantas es más reprobable que romper las normas sociales, "también en los casos en los que piensan que las plantas no son seres vivos. Es decir, no saben con certeza si la flor es un ser vivo o no, pero les parece mucho peor pisarla que tomar la sopa de manera inadecuada o meterse los dedos en la nariz". Según Villarroel, esa paradoja sugiere que la sensibilidad para con los demás "se desarrolla en edades tempanas", y que el desarrollo del pensamiento moral "está relacionado con el mundo afectivo, es decir, con aquello que reciben de padres y educadores, y no tanto con la lógica y lo racional".

El autor indica que hay dos enfoques principales que tratan de explicar el desarrollo del pensamiento moral: uno mantiene que está relacionado con la capacidad lógica; y otro, sin embargo, lo relaciona con las emociones y el mundo afectivo. Los resultados de este estudio refuerzan el segundo enfoque.

La investigación ha sido publicada en la revista científica SpringerPlus (Open Access), bajo el título "Environmental judgment in early childhood and its relationship with the understanding of the concept of living beings".

Información y fuente:  Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

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